martes, 29 de enero de 2013

Don Quijote de la Mancha I, Miguel de Cervantes

Doce años después de mi primera lectura, abordo de nuevo las aventuras del ingenioso hidalgo.

Es difícil afrontar la lectura de una de las joyas de la literatura universal porque, de manera consciente o subconsciente, el lector está fuertemente condicionado por la magnitud de la obra, reconocida por unanimidad a lo largo de continentes, épocas y culturas.

En la primera lectura, me resulto un libro pesado, largo y enrevesado. No conseguía discernir entre las historias auxiliares y el discurso de la obra principal. Disfruté con el vocabulario y las retóricas de Don Quijote y Sancho, pero me costó llegar al final del libro.

Ahora, acabo de leer la primera parte de nuevo. La he disfrutado mucho más que la lectura anterior y solo al final, se me ha hecho un poco pesada.

Esta parte de la novela comienza contándonos la locura de Alonso Quijano, su conversión en caballero andante en una venta, tomada por el trastornado Quijano por un castillo, sus primeros intentos de desfacer entuertos y su regreso a casa. Después, aparece Sancho, convertido en escudero de Don Quijote y se nos cuenta la segunda salida, repleta de historias, aventuras y desventuras. Concluye la primera parte con el regreso de Don Quijote, bastante averiado, a casa.

He gozado mucho leyendo los diálogos entre Don Quijote y Sancho. A veces, también he disfrutado de las novelitas "laterales". Y lo he pasado estupendamente leyendo los discursos de Sancho.

A veces me pregunto que opinaría yo, o cualquier lector normal del Quijote, si lo leyera sin saber que es EL QUIJOTE, con mayúsculas. ¿Nos parecería tan genial?.

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