Estos días me costaba encontrar algo realmente atractivo para leer. Y acabé aquí. De nuevo.
Casi tan entretenido como en la primera lectura.
Estos días me costaba encontrar algo realmente atractivo para leer. Y acabé aquí. De nuevo.
Casi tan entretenido como en la primera lectura.
Alfonso Zapico es un gran dibujante. Y sus novelas gráficas suelen ser gratas de leer.
En este caso, estamos ante una temática poco habitual en autores españoles.
Estamos en Budapest, 1947. El joven judío Yechezkel, acompañado por su madre, malvive de su violín. Ambos, tras recibir una carta de su tío desde Palestina, deciden cambiar de aires, abandonar todo y buscar una vida mejor.
Una vez en Palestina, las cosas no son fáciles. Los británicos están a punto de salir definitivamente de allí, y la difícil convivencia entre judíos y árabes se ve amenazada.
Poco a poco, todo se complica. Y aparece el amor, que todo lo ilumina.
Una historia un poco blandita, pero muy agradable de leer. Además, expresada por medio de unos hermosos dibujos.
Se echa en falta algo de color en la expresión gráfica.
El protagonista vaga por Kristiania, la actual Oslo, pasando penurias, mientras intenta colocar en periódicos y revistas sus textos. De vez en cuando lo consigue, pero eso no le permite dejar de pasar hambre y frío.
Estamos ante una especie de Quijote. Nuestro protagonista se mantiene firme en sus principios, pasa penurias sin fin, a veces se acerca al desvarío, entabla contacto con una joven con la que parece desarrollar una vaga relación física y se permite gestos de caballerosidad y orgullo impropios de alguien en su desesperada situación.
Su protagonismo en la historia rusa es difícilmente exagerable. La Rusia actual es, a partes iguales, herencia de Pedro el Grande, Catalina la Grande, los Soviets y Putin.