miércoles, 28 de agosto de 2013

Los miserables, Víctor Hugo

Cada novela tiene su momento. En ocasiones, un libro leído y valorado como mediocre hace años, ahora me parece maravilloso. Otras veces, ocurre al contrario: algo que ahora no me gusta, me pareció formidable en otro tiempo.

Esto acaba de ocurrirme con una de las novelas más famosas de la historia de la literatura: Los Miserables, de Víctor Hugo. Leí la novela hace años y me dejo bastante frío. Tuve problemas para terminarla, y no recordaba nada de ella. Ahora, la acabo de leer de nuevo y la he disfrutado desde la primera a la última de las más de 1300 páginas.

La novela nos permite acompañar a Jean Valjean en su maravillosa historia de redención. Jean Valjean, obligado a robar para mantener a su familia, es condenado a varios años de prisión. Tras repetidos intentos de fuga, por fin, Valjean consigue la fuga definitiva. En su huida, el contacto casual con un alma pura, la del Obispo Bienvenú, le muestra cual es el camino que debe seguir en su vida, que no es otro que el de hacer el bien sin pensar en cómo el destino recompensará sus acciones.

Tras esta revelación, Valjean cambiará de identidad, se convertirá en hombre próspero, protector de la pobre Cosette, y de nuevo en fugitivo. Su único fin será conseguir la felicidad para Cosette, como manera de reconciliarse con el universo y de sentir que ha hecho algo de provecho en su paso por este mundo.

Este libro es un drama cuyo primer personaje es el infinito. El hombre es el segundo.

Habrá gente que considerará que la novela merece menos elogios por su inocente romanticismo. Al fin y al cabo, Los miserables es un gran folletín, en el que los personajes, ciertamente, son de una pieza, sin fisuras ni sombras que los hagan reales. Pero son tan entrañables, que se lo perdonamos. No debemos olvidar que esta es una novela romántica y Víctor Hugo disfruta acompañándonos por los campos de batalla de Waterloo o por las alcantarillas de París, siempre exaltando el sufrimiento y privando a la felicidad de cualquier componente terrenal. La felicidad es trascendente y exaltada, sino no es felicidad.

Hay que valorar la novela como lo que es: una de las mayores creaciones en prosa del romanticismo. No podemos echar en cara a Víctor Hugo que los tres protagonistas del drama, Valjean, Cosette y Marius, sean personajes de una perfección moral más allá de lo imaginable, ni que la novela destile complacencia con el mundo inhóspito en el viven sus miserables, ni que en ninguna de sus 1300 páginas, nadie muestre ni siquiera una tímida aspiración a la justicia social.

La cantidad de personajes memorables, por uno u otro motivo, es muy larga: el bendito Valjean, la adorable Cosette, el puro Marius, el inquebrantable Javert, el indómito Gavroche, la desgraciada Fantine, el astuto Thenardier...

La novela es tan grande que en ella pasa de todo. La prolijidad de Hugo es infinita. Su creatividad se desborda en sus páginas y fluye inagotable narrando las desventuras de sus protagonistas, pero también colando las más inauditas digresiones acerca de los más variopintos temas.

La novela, por su extensión, te exige una dedicación importante y te obliga a vivir entre sus páginas durante varias semanas. Eso hace que terminarla resulte doloroso. Nunca había lamentado terminar una novela tan larga. Creo que no olvidaré a ninguno de los personajes de esta grandísima obra.

lunes, 12 de agosto de 2013

Sukkwan Island, David Vann

Había leído muchos elogios de este autor, David Vann, y de esta novela, Sukkwan Island. Además, es una novela bastante breve, así que la vi en la biblio y la pillé.

La he leído rápido. Son apenas 200 páginas. Los elogios hablan de la maravillosa prosa de Vann, de sus frases cortas y agresivas, de su precisión obsesiva, de su ritmo sin descanso y de su escritura sin concesiones (¿?).

Me ha parecido una buena novela, pero no he visto todo eso. Jim y Roy, padre e hijo, parten a la desierta, despoblada, remota e inhóspita isla Sukkwan. Ambos tienen diferentes motivaciones. Jim, tras una vida repleta de fracasos personales, quiere cortar amarras, soltar lastre y enfrentarse un desafío gigante que le obligue a comportarse como el adulto maduro y capaz que es y le permita convertirse en otro Jim. En cambio, Roy se ve arrastrado por su padre entre el temor a decepcionarle y el miedo a abandonar a su padre en soledad con la única compañía de sus fantasmas.

En seguida, todo resultará mucho más difícil de lo que parecía y Jim y Roy se verán superados por los obstáculos, tanto los naturales y propios de la supervivencia en un lugar como Sukkwan, como de los propios de la comunicación y la convivencia entre dos extraños.

La situación pronto evoluciona y se hace insoportable. La tristeza, la decepción, la incomprensión, la incomunicación y el fracaso rezuman en las páginas de la novela.

jueves, 8 de agosto de 2013

Casa de verano con piscina, Herman Koch

Novela interesante y provocadora. Su autor nos permite acompañar a un matrimonio y sus dos hijas adolescentes a lo largo de sus vacaciones de verano y en compañía de unos vecinos. Pero lo interesante de la novela no es lo que va ocurriendo, sino las reflexiones que lo que va ocurriendo va suscitando en el lector.

La novela es interesante, ya que a lo largo de ella nos veremos interpelados, a veces de forma agresiva, sobre nuestros puntos de vista y nuestras percepciones acerca de cuestiones fundamentales en nuestras vidas: fidelidad, confianza, relaciones sexuales, comunicación, adicciones, relaciones paternofiliales, etc.

La lectura de la novela nos deja un poso amargo, ya que nos pone un espejo en el que ver el cinismo con el que los adultos nos desenvolvemos habitualmente en las relaciones sociales. Ni siquiera los más jóvenes salen bien parados ya que en la novela tampoco ellos son inocentes.

Cita en los infiernos, Maurice Druon

Acabo de concluir la trilogía iniciada con Las grandes familias y continuada con La caída de los cuerpos.

No me extenderé en los elogios a estas novelas porque ya lo que hecho en las dos entradas anteriores. Solamente comentaré, que en esta última novela, asistimos a la caída final de las dos grandes familias protagonistas de las tres narraciones, personalizadas en los últimos supervivientes: los jóvenes, guapos, débiles e inteligentes Jean Noel y Marie Ange.

Jean Noel y Marie Ange, como ellos mismos reconocen, son criaturas de otra época, nacidos para triunfar soportados por la familia y sus capacidades de movilización de recursos, pero incapaces de moverse en el mundo que les ha tocado vivir, sin más recursos que su voluntad y su trabajo.

Además, los dos protagonistas se siente tan solos que, desde el principio, adivinamos que están destinados a refugiarse el uno en el otro, dando así lugar a un final tan triste como escandaloso.

martes, 6 de agosto de 2013

La caída de los cuerpos, Maurice Druon

Tras terminar Las grandes familias y encontrar casualmente en la biblioteca las dos novelas que completan la trilogía, no pude evitar echarlas al bolso.

Acabo de terminar La caída de los cuerpos, continuación de LGM. Me ha parecido una novela soberbia, todavía mejor que LGM.

El tiempo corre inexorablemente y, en la novela, asistimos al hundimiento definitivo, ya vislumbrado en LGF, de La Monnerie y Schoudler, los patriarcas de las grandes familias cuyo devenir constituye la trilogía. Además asistimos al continuo ascenso, desde las medianías académicas hasta los salones que solo habitan los hombres de estado, del arribista Lachaume.

Esta es una novela triste, que pone ante nosotros, de manera magistral, el imparable proceso que convierte a un cuerpo y una mente jóvenes, sanos y capaces en algo progresivamente desconectado del mundo, aislado y vuelto sobre si mismo. Es emocionante, a la vez que muy triste, asistir a este proceso en la persona de los dos grandes hombres que protagonizan esta novela.

Además, leyendo la novela, tenía la sensavcón, constantemente, de que Druon nos estaba hablando de grandes cosas, de la vida, de la muerte y del vacio, utilizando para ello el devenir de sus personajes.

jueves, 1 de agosto de 2013

La gente de Smiley, John Le carré

El agente Smiley aparece en ocho de las novelas de John Le Carré. De ellas, en cinco, tiene un papel relevante y, en estas cinco, hay tres que forman algo semejante a una serie o trilogía: El topo (1974), El honorable colegial (1977) y La gente de Smiley (1979).

Acabo de leer esta última, que da fin a la trilogía. De las tres, es en ésta en la que George Smiley cobra un mayor protagonismo y, por tanto, es en esta novela en la que podemos conocer con más profundidad a este personaje, la mayor creación literaria de la novela de espionaje.

En esta novela, concluye la caza de Karla, jefe de los espias soviéticos e imagen especular de Smiley al otro lado del telón de acero. Cobrar esta pieza de caza mayor permitirá a Smiley, si no lo había conseguido ya, convertirse en un mito y maestro para espías y aspirantes a espía.

A lo largo de la narración, seremos la sombra de Smiley y le acompañaremos, tanto en apasionantes investigaciones como en emocionantes y peligrosos trabajos de campo.
La grandeza de Smiley está en su astucia, su humanidad, su discrección y su humildad. Smiley es tan atractivo porque, como enseguida queda claro, es un perdedor y eso siempre le hace atractivo. Es un perdedor, porque a pesar de su indudable pericia profesional, a la devoción de sus colaboradores y al respeto de sus enemigos, en su vida personal no es capaz de retener a su lado a su amada Ann. Además, como buen perdedor, tampoco es capaz de romper amarras y de liberarse de la pesada carga que le supone su constante añoranza.

La trama, compleja como siempre. La narración, ágil y eficaz. Los diálogos siempre notable y, en ocasiones, como en el decisivo interrogatorio de Grigoriev, magistrales.