sábado, 25 de agosto de 2018

El mapa y el territorio, Michel Houellebecq

Sin duda, el verano 2018 será el verano de Houellebecq. Y el de la puta apendicitis.

Penúltima novela de Houellebecq. Tan divertido y sugerente as usual.

Hay alguna diferencia interesante respecto a anteriores novelas. Por ejemplo, la aparición de un tema que antes no había sido tocado: la creación artística.

Y es que el protagonista de la novela es un artista plástico de nombre Jed Martin, al que seguiremos a lo largo de su carrera y sus vicisitudes amorosas.

Otra diferencia importante es la ausencia casi total de escenas sexuales a lo largo de la narración. Parece que Martin sublima sus impulsos mediante la creación.

Una novela tan desbordante de temas de interés como de emociones. Desde el arte, el capitalismo, la muerte, el territorio y su relación con los seres humanos o la soledad, hasta la ironía, el sarcasmo, la violencia, la piedad, la amistad o el amor.

Y una inusual capacidad para reírse del propio escritor. De hecho, el propio Michel Houellebecq aparece como personaje secundario en la novela satirizado y ridiculizado con furia.

Y por si lo anterior fuera poco, un brutal giro argumental, asesinato incluido, y una pequeña novela policial incluida dentro de la gran novela.

viernes, 17 de agosto de 2018

La posibilidad de una isla, Michel Houellebecq

La sexualidad, el amor y la muerte, como siempre en  las novelas de Houellebecq, dominando la narración.

Y una estructura narrativa original y atrevida. La novela está construida en torno a las entradas de los diarios vitales de Daniel1, Daniel24 y Daniel25, separados entre si por un par de milenios.

Y es que, en cierto modo, estamos ante una novela de ciencia ficción.

El progreso tecnológico del ser humano a lo largo del siglo XXI ha sido tal que, en algún momento, se ha conseguido, de manera más o menos rutinaria, la transferencia del contenido mental de una persona a un cuerpo creado a su imagen y semejanza. De esta manera, cuando el proceso de envejecimiento se hace suficientemente penoso, se crea un clon del sujeto, apenas veinteañero, al que se copia el contenido mental del sujeto envejecido.  En otras palabras, el ser humano ha superado la única barrera que le quedaba por traspasar: la de la inmortalidad.

Por lo demás, el futuro en el que viven Daniel24 y Daniel25 es extraño y distópico. Lleno de vacío. ¡Que gran contrasentido!

A la novela quizá le sobren páginas. El relato de la relación de Daniel1 con los Elohim se hace un poco largo.

A cambio, el genio de Houellebecq brilla a lo largo de la novela. Por ejemplo, en la elección del Cabo de Gata y de Lanzarote como escenarios principales de la novela y en la descripción de sus paisajes. Por ejemplo, en el peregrinaje final de Daniel25 a través del gran vacío. Por ejemplo, en la tremendamente emotiva descripción de la relación entre Fox, el perro de Daniel, y su dueño. O entre los diferentes Daniel-es y los diferentes Fox-es. Por ejemplo, en la abundancia de reflexiones coladas por el autor a lo largo de la narración. Interesantes, la mayoría. Cínicas, muchas. Epatantes, casi todas.

Sin duda, hay que leer a Houellebecq.

jueves, 2 de agosto de 2018

Plataforma, Michel Houellebecq


Las novelas anteriores de Houellebecq se pueden entender como algo parecido una simulación. Es decir, el autor define a sus protagonistas y el escenario en el que se mueven y, después, les da vida. Ocurren cosas, pero no es lo importante. En cierto modo, son historias sin principio ni final.

Plataforma es diferente. Además, es la más floja hasta el momento.

Estamos ante una historia clásica, en el sentido de aquello tan antiguo de planteamiento, nudo y desenlace. Michel es un triste funcionario del Ministerio de Cultura que, en torno a la cuarentena, deja pasar la vida sin pena ni gloria. No friends. No wife. No children. No pets. No girlfriend.

De manera inesperada y repentia, el padre de Michel muere y Michel queda un poco desubicado. Decide tomar vacaciones y hacer un viaje. Sin objetivo claro... acaba en Tailandia.

Allí pasan los días, esquivando a sus compañeros de viaje, bebiendo cócteles y visitando lupanares. Todo ello sin entusiasmo ninguno y en medio de la tristeza y la desgana habituales en los personajes de Houellebecq.

Una vez en París decide a llamar a Valerie, una de las compañeras del viaje, por la que se sintió atraído, en cierto modo, aunque no se atrevió a intentar ningún acercamiento. Aquí en París las cosas funcionan. Michel y Valerie se enredan en una historia tan apasionada como gratificante para ambos.

Hasta aquí nada del otro mundo. Pero resulta que Valerie es ejecutiva de una empresa de servicios turísticos que está intentando reflotar una docena de complejos hoteleros repartidos por todo el mundo. Y Michel, tan libertino como amoral, propone reorientarlos como santuarios de relax sensual. Obviamente, tras este eufemismo se esconde el turismo sexual.

Hasta aquí, planteamiento y nudo. Del desenlace nada contaré. Sí puedo decir que pocas veces un giro argumental en una novela me ha provocado un impacto tan grande como este.

En general, creo que la novela flojea por varios motivos. El abuso de las descripciones sexuales explícitas es uno de ellos. El argumento no da de si demasiado, es otro.

Y donde Houellebecq brilla, como siempre, es en la creación de sus personajes perdidos, desorientados, neuróticos y frustrados. Tan humanos en sus ansias y preocupaciones y tan deshumanizados en sus modos de vida.