jueves, 16 de enero de 2020

Las almas juzgadas (Trilogía Transilvana II), Miklos Banffy

Continúo con la trilogía transilvana.

En este segundo volumen la narración gana en intensidad e interés.

Laszlo continua su cuesta abajo y poco a poco va desapareciendo del foco de Banffy que se fija cada vez más en Balint y Adrienne.

Balint sigue sigue viviendo dividido entre el gran mundo político de Budapest y el pequeño mundo aristocrático y rural de transilvania, ocupandose de la gestión de las propiedades de su familia. Y por supuesto, viviendo con creciente intensidad y compromiso su renovada historia de amor con Adrienne.

Adrienne está convencida de no poder seguir adelante. No puede renunciar a Balint, pero su honor no le permite abandonar a Uzdy. El lector se teme lo peor cuando en Venecia, durante unas breves semanas, Balint conseguirá involucrar a Ady en una común conjura para utilizar la pasión como antídoto de la muerte.

Más adelante, la relación se volverá romper y Balint volverá presionar. Ady sufre pero no se decide.

Mientras tanto la situación política, nacional e internacional, no deja de hacerse más difícil: la anexión de Bosnia, las crisis Turcas, la creciente tensión en los Balcanes... La primera guerra mundial se acerca, pero casi nadie la ve venir...

Si en la primera novela la naturaleza tenía una importancia secundaria frente a la vida social, en esta segunda se invierten los términos. Y es que Balint, para dar un poco de sentido a su vida decide involucrarse en la gestión de las propiedades familiares.

La zona en la que está afincada la familia Abady es rica en bosques y su explotación será la principal fuente de las rentas de dicha familia. Así que Balint pasa las semanas viajando a caballo por las profundidades de los abetales transilvanos, acampando  en los prados y lavándose en los arroyos, evitando a los osos pardos, siempre acompañado de mayorales y guardabosques.

Con seguridad, a Banffy le gustaba la naturaleza. Eso se nota en las maravillosas descripciones de los bosques y las montañas, de su silencio, su fuerza y su inconmensurable belleza.


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