lunes, 20 de octubre de 2014

La cartuja de Parma, Stendhal

Relectura de uno de los grandes.

Gran novela, edificada sobre magníficos personajes.

Fabrizio del Dongo. Joven, idealista, atractivo, capaz de escapar de su casa y sus riquezas, cruzar los Alpes, unirse a las tropas de Napoleón y pasar por Waterloo sin estar seguro de estar en medio de una batalla.

Gina Sanseverina. Tía de Fabrizio. Gran inteligencia y belleza sin par, consigue, con facilidad, que el mundo gire a su alrededor. Amante platónica de Fabricio.

La novela, grande, larga, quizá desigual en interés, sigue a Fabrizio y sus allegados durante más de una década, desde la entrada de Napoleón en Italia en marzo de 1815 hasta los años de absolutismo posteriores a la reacción.

El ámbito geográfico de la novela, del cual es imposible no quedar enamorado tras leer las románticas descripciones de Stendhal, es el principado de Parma y los estados y ciudades aledaños. Todos estos estados, políticamente independientes, están enclavados en la Lombardía, a caballo de las fronteras, siempre vivas y móviles, especialmente en esta zona, entre Francia, Italia y Austria.

La Cartuja de Parma es una novela difícil de clasificar: novela de aventuras, novela histórica, folletín romántico, novela política,... Todo ello, y mucho, más, podemos encontrar en está gran obra.

En mi opinión, la obra de Stendhal brilla más cuando nos sumerge en bullicioso ambiente político del estado de Parma.  Este es un estado ya semejante al nuestro, con sus ministros y diplomáticos, pero todavía totalitario, ya que el Príncipe hace y deshace a su antojo. A lo lejos, empieza a vislumbrarse la grandeza y quizá también debilidad, de nuestras democracias. El Príncipe hace lo que quiere, pero en el fondo de su hacer, siempre late la preocupación acerca de cómo la plebe acogerá sus decisiones.

Los diálogos entre Gina, Fabrizio y el Conde Mosca, son ágiles y brillantes. Inolvidable la escena en la que Gina, absolutamente arrebatadora, se presenta en palacio y consigue doblegar la voluntad del tirano mediante un despliege de talento soberbio.

Durante la lectura, son constantes las referencias a la belleza, pura y agreste, de los Alpes lombardos, especialmente sus lagos: Como, Mayor, Garda,...

No menos frecuentes son los ecos, lirteralmente, maquiavélicos.

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