Pérez-Reverte no goza de mis simpatias. Le reconozco virtudes. Si no muchas, sí importantes: ser un tipo vivido y leido, ser poseedor de un estilo limpio y preciso, documentar muy bien sus obras, entrener al respetable o no tener pelos en la lengua.
También le encuentro peros: por debajo de una aparente molestia se cree la ultima cocacola del desierto, su sinceridad resulta ofensiva y alguno más que ahora no se me ocurre.
Alguna de sus novelas me ha gustado mucho: La Reina del Sur, La Tabla de Flandes, El Maestro de Esgrima. Otras me han gustado menos: los alatristes.
Acabo de leer Falco. Su ultima creación es un hijo de la gran puta. De esos que fascinan a Arturo. Espía pichabrava sin escrupulos ni lealtades. Probablemente, la novela será bien acogida por el público y Falco reaparecerá para alegría de las finanzas de Arturo.
Estamos al principio de la guerra civil. Falcó recibe un encargo de los nacionales. Tendrá que pasar a la zona republicana y enfrentarse a diferentes aventuras. Sangrientas unas, eroticas otras.
Entretenido, muy facil de leer, me ha atrapado y en tres o cuatro días me lo he quitado de encima.
Me temo que, a no tardar mucho, Arturo será acusado de criptomachista por alguna profeta de lo políticamente correcto.
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