lunes, 4 de marzo de 2019

El capitán Alatriste, Arturo Pérez-Reverte

Ya leí las aventuras del capitán Alatriste. Me apetecía volver a leerlas con intención de sumergirme por unas semanas en la España de mediados del XVII.

Como ya he contado aquí en otras ocasiones, una buena novela te puede aportar un conocimiento de gran valor acerca de cómo era el mundo en un determinado tiempo y lugar. Y no estoy hablando solo de novela histórica. Estoy hablando de novela en general.

Íñigo de Balboa, hijo de un soldado del tercio de Cartagena fallecido en alguna escaramuza en las guerras de Flandes, es enviado a Madrid al cargo de uno de sus compañeros de armas, Diego Alatriste. De esta manera, se espera que Íñigo se abra camino en la vida a la vera de Alatriste.

Estamos en alguno de los breves e infrecuentes periodos de tregua con los holandeses a lo largo del siglo del cuarto Felipe.

Alatriste, que se gana la vida como espadachín de fortuna,
es contratado para dar un escarmiento a cierto joven inglés que llega a Madrid de manera harto enigmática e inadvertida.

El tal inglés resultará ser el futuro rey Carlos I de Inglaterra, todavía príncipe, seguro de conseguir el favor de la infanta María de Austria, hija de Felipe IV. A partir de aquí, la historia se enredará.

Alatriste resulta ser una gran creación literaria. Por su carácter violento, por su particular código ético, por su humanidad, por su desapego a todo y a todos, por su cinismo y por su valentía.

Por si lo anterior fuera poco, a lo largo de la novela aparecerán insignes secundarios que nos permiten hacernos una idea de cuan grande talento desbordaba entonces las españas: Quevedo, Lope, Calderón, Murillo, Cervantes,...

En todo caso, la novela, aunque prometedora a la hora de presentar unos personajes, un entorno y una época de gran proyección para otras entregas de la serie, no pasa de ser una novela de aventuras. Eso sí, muy bien documentada y mejor escrita.

Tengo que poner algún pero a Pérez-Reverte, personaje de interés que despierta tanta admiración como rechazo.

En mi opinión, aún quedándole al menos una década de años por delante, por el tamaño y la calidad de su obra escrita, es ya merecedor de un reconocimiento mayor del que tiene. Quizá su carácter, pelín bronco, aunque suavizado en los últimos años, no le ha ayudado a conseguirlo. Tampoco parece necesitarlo, aunque nunca se sabe...

Creo que nuestro académico cae en el error, habitual por otra parte en escritores, opinadores y demás gente del común, de guillotinar a nuestras élites por su venalidad y falta de valores morales a la vez que elogia al pueblo llano por su carácter esforzado, gallardo y, poco menos, heroico.

Pues no. Ojala ese hubiera sido el problema. Hubiéramos acabado con nuestras élites y ahora España sería la luz que alumbra el mundo.

Como casi siempre, todo es mucho más difícil.

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