lunes, 31 de diciembre de 2012

Autobiografía II (1914-1944), Bertrand Russell

La segunda parte de la autobiografía cubre la primera guerra mundial, el periodo de entreguerras y la segunda guerra mundial.

Me han parecido de mucho interés los años de la gran guerra en los que Russell continuó desempeñando el papel de reformador social, con una gran visibilidad pública. En estos días centró su foco en la no intervención de Gran Bretaña en la guerra. Es apasionante leer las desventuras de Russell y cómo, poco a poco, fue convirtiéndose, para la mayor parte de la sociedad, en un proscrito, en un tipo indecente, en una persona cuya sola presencia contaminaba un acto o desprestigiaba una institución. Si algo es admirable en Russell es su despreocupación a la hora de crearse enemigos de todos los tipos y colores.

Finalmente, la campaña de la no intervención le costó muchas libras y algún mes de cárcel. También es divertido leer cómo Russell era feliz en la cárcel: le permitían leer y escribir y, además, estaba libre de visitas e interrupciones. ¡ Qué más quería él!.

Después vienen los años veinte y sus viajes a Rusia primero, donde desde el principio se queja de la falta de libertad de los bolcheviques, y a China después, dónde permanece un tiempo dando clases.

Continuamente me asombra la capacidad que tenía Russell de escribir acerca de cualquier tema. Me pregunto lo siguiente: ya se que era un gran filósofo y un gran matemático, pero ¿que tipo de osadía intelectual es necesaria para ponerse a escribir libros sobre educación infantil o sobre cualquier otro tema que se le pasara por la cabeza?.

El asunto de la educación y los niños también le interesó grandemente y tiene interés el asunto de su escuela 'experimental'. Russell estaba convencido de que las escuelas tradicionales coartaban el desarrollo de gran parte de las capacidades de los niños. Por tanto, no se le ocurrió otra cosa que montar una pequeña escuela, Telegraph House, en medio del páramo, a la que asistían sus hijos y los hijos de algunos de los vecinos de la zona. En esta escuela Russell intentó poner en práctica sus ideas renovadoras (libertad disciplinada y creativa) acerca de la educación, pero el resultado difícilmente pudo ser peor: los niños se peleaban, los maestros no seguian las directrices de Russell, los padres no pagaban las cuotas, la relaciones personales en la familia Russell se estropearon y, por si esto fuera poco, la ruina económica de la escuela. Y es que Russell era de todo menos un hombre práctico.

Tardaré en olvidar la imagen de Russell trabajando en la torre de Telegraph House, rodeado de ventanas, cielo, sol y páramos y colinas por los cuatro puntos cardinales.

Los años treinta y el inicio de la segunda guerra pasan bastante desapercibidos en su autobiografía y Russell les dedica poca atención. Son años dedicados a dar clases, cada semestre en un sitio diferente, ya que, por sus ideas políticas y sociales (en cuanto a la libertad, al sexo, a la guerra, a la religión,...) era dificil, para cualquier institución contratarle, pese a su prestigio intelectual.

Estos años fueron años de dificultades económicas, ya que los ingresos por su trabajo no eran constantes y sus libros no siempre le reportaban los ingresos esperados.

Las cartas agrupadas en este volumen, en general tienen mayor interés que en el caso del primer libro.

Y sin darme apenas cuenta, ya estamos en la segunda guerra mundíal y Russell se ha convertido en un extraño sexuagenario.


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