miércoles, 8 de mayo de 2013

Moll Flanders, Daniel Defoe

A pesar de ser llevada al cine con éxito, Moll Flanders no es una de las obras más reconocidas de su autor.

La novela, en mi opinión, tiene deficiencias claras que le restan valor frente, por ejemplo, a Robinson Crusoe. La mayor de ellas es el estilo narrativo empleado por Defoe. La historia siempre está contada en primera persona, pero de modo indirecto. De este modo, los diálogos más vivos se convierten en un ella me dijo, pero yo le dije y entonces ella pensó que y me dijo que ... y así, hasta el infinito. Obviamente, está manera de presentar los diálogos resta vivacidad a la historia, aunque, afortunadamente, no interés.

Y es que Moll Flanders es una creación literaria realmente notable. Moll es una mujer, nacida pobre, que reniega de su puesto en la sociedad y para alcanzar lo que ella cree que merece no dudará en vulnerar las rígidas normas morales de su época con libertina desenvoltura. La cantidad de aventuras, sentimentales, geográficas y económicas que nuestra heroína vivirá nos dejará asombrados.

Pero además, una vez que Moll consigue vivir como una señora, continua su carrera hacia a delante, siempre pensando en nuevas maneras de aumentar su fortuna. ¿Para qué?. Quizá por simple placer de utilizar su inteligencia y su capacidad. Quizá sea una primera forma de feminismo.

Inevitablemente, llegamos a encariñarnos de Moll y su especial combinación de avaricia y entrega vital.

Otro punto de interés de la novela es el retrato fiel la vida en la Iglaterra del siglo XVIII que Defoe y Moll nos presentan. Entonces, todavía las colonias eran una tierra de destierro y promisión donde se podía hacer borrón y cuanta nueva y enriquecerse en pocos años con solo el sudor de tu frente y un poco de fortuna.


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