sábado, 27 de febrero de 2016

Cartago, Joyce Carol Oates

Las novelas de Joyce Carol Oates me dejan un poco frío. Son como folletines. Folletines del siglo XXI, muy bien escritos, pero solo folletines.

Leyendo sus novelas, apenas tengo la sensación de trascender un relato ficticio para tomar contacto, de manera iluminadora, con alguna parcela de la realidad de interés. Si una novela no proporciona ese contacto, aparte de la pura diversión, que puede llegar a ser tan grande como necesaria y liberadora, no vale la pena.

En el caso de Carthage, apenas se consigue esa trascendencia. Acaso, y de manera no suficientemente intensa, esa parcela de realidad con la que conectamos sería la ocupada por los excombatientes de las guerras norteamericanas de principios del siglo XXI cuando vuelven a casa: su destrucción como seres humanos normales, caso de existir algo parecido a seres humanos normales, para convertirse en restos de un naufragio a la deriva, anclados, eso si, de por vida, a medicación y psicoterapia.

No veo por ningún lado esa supuesta candidatura al novel de Oates. Buena escritora, sin duda. Prolífica y con recorrido. Como no. Valiente para abordar temas difíciles. Por supuesto. Pero quizá haga falta algo más. Ese algo que, por poner solo un ejemplo, derrocha su casi coetaneo Roth.

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