Otra gran novela de Austen. Casi una novela sentimental.
Fanny Price, la sobrinita pobre, por azares del destino llega a Mansfield Park, la mansión de sus primos, los Bertram, ricos e influyentes.
Sir Thomas, el tio de Fanny, es exigente y de buen corazón, pero un tanto distante. Tom, el primogénito, es un calavera que dilapida la fortuna familiar. Edmund, el segundo, es un alma piadosa, recto y cariñoso, y será el auténtico apoyo de Fanny en Mansfield Park. María e Isabel, las otras dos primas, son frívolas y volubles, de poco ayuda para Fanny. Además de los principales, en la novela aparece un muy rico conjunto de secundarios que enriquecen la narración y le proporcionan un salto de calidad.
Fanny es despreciada desde el inicio. Su desprecio es el más doloroso: aquel que no es ni siquiera percibido por el que desprecia. Pero Fanny es una joya: responsable, cariñosa, confiada, agradecida,... Ni un solo pero se le puede hacer a su conducta. E inteligente. Gran problema.
Poco a poco, Fanny se va convirtiendo, por merito propio y demérito ajeno, en clave de bóveda de la estabilidad y felicidad familiar.
Si se le puede hacer un pero a las novelas de Austen es su excesiva unidad temática, estilística y argumental. Su mundo es muy reducido. El día a día de la mansión, las conversaciones con amigos y familiares, los paseos por la campiña, a pie o a caballo, los oficios dominicales, las crisis familiares, las bodas y noviazgos, el aumento o disminución de las rentas de sus protagonistas, los problemas con el servicio,...
Para muestra un botón: la presente narración se desarrolla en plenas guerras napoleónicas, pese a lo cual, ni una sola vez tales sucesos aparecen en la narración, ni siquiera de manera indirecta.
El mundo de Austen es inmutable. O lo parece.
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