lunes, 21 de mayo de 2018

Todo un hombre, Tom Wolfe

Charlie Crocker es un paleto de Atlanta que trabajando sin  descanso y arriesgando su patrimonio una y otra vez, se ha convertido en uno de los grandes promotores inmobiliarios del sur de EEUU. Pero su última apuesta, las más megalomaniaca y arriesgada de todas ellas, le ha salido mal y le llevará a la quiebra. Sus acreedores le perseguirán sin piedad.

Por otro lado, Conrad Hensley, pura white trash, pero con buena cabeza y mejores intenciones, es un trabajador no cualificado en una de las múltiples factorías de Charlie.

Charlie necesita liquidez y Conrad irá a la calle. Tras una serie de azares y aventuras, Conrad pasará por la carcel y acabará trabajando de asistente personal de Charlie.

Por otro lado, Martha, ex de Charlie, y Ray, responsable de prestamos del principal banco acreedor de Charlie, intentan iniciar una difícil historia de amor.

Como siempre, el argumento de una novela de Wolfe parece poca cosa. Error. Estamos ante literatura con mayúsculas. Al fin y al cabo... ¿quién recuerda el argumento de guerra y paz?

El arte de Wolfe es tal que consigue recrear de manera maravillosamente realista y divertida los escenarios más variopintos. Por ejemplo, las cenas en Termtina, la sesión de masaje en el banco, alguna de las aventuras carcelarias de Conrad o su trabajo en los almacenes frigoríficos.

En esta novela no hay la brutal carga política presente en La hoguera de las vanidades, pero igualmente estamos ante gran literatura.

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