domingo, 25 de agosto de 2019

La tierra convulsa (Verdes valles, colinas rojas, I), Ramiro Pinilla

Otro libro difícil de reseñar. Eso suele ser buena señal.

Allá por el verano de 2015 di con una obra inclasificable: Antonio B. el ruso, ciudadano de tercera, de Ramiro Pinilla y este libro me llevó a interesarme por su autor.

Descubrí que Pinilla, muerto en 2014 con casi 90 años, fue un escritor vasco de gran talento, pero su afición por la marginalidad literaria y editorial, y cierto eremitismo, le impidió brillar como merecía. En cierto modo, su brillo póstumo está haciendo honor a su arte. Que es mucho y grande.

La obra maestra de Pinilla es la trilogía Verdes valles, colinas rojas. Ya leí su primer volumen, La tierra convulsa, en 2015, aunque no lo terminé.

Un libro que hace apenas 4 años, me pareció normalito, ahora me ha parecido soberbio. Es asombroso como cambiamos las personas.

Mantengo mi opinión acerca del excesivo tamaño del libro, pero la feraz imaginación del autor y su torrencial escritura no admiten restricciones. Ramiro Pinilla escribe así. Y punto.

Insisto en la idea central de la novela, construida sobre una continua contraposición, desde el título, verdes valles frente a colinas rojas, hasta la geografía de la narración, País Vasco frente a España, pasando por una larga lista de oposiciones: los hombres del hierro frente a los hombres de la tierra o el tradicionalismo frente a al progreso.

Fácilmente se percibe que todas estas oposiciones son manifestaciones de una única lucha: mantenerse en la seguridad de la esencia o afrontar el riesgo del cambio.

La historia está construida a partir de las miradas de varios de sus personajes y va  avanzando en el tiempo, desde los 80 del siglo XIX hasta los 10 del siglo XX.

Por un lado, Cristina Oianindía, enfermizamente conservadora y tradicionalista, su marido, Camilo Baskardo, mirando a Madrid y pendiente de sus negocios y sus hijos, Josafat, Moises y Fabiola, desequilibrados y fuera de la realidad.

Por otro lado, Ella, llegada de no se sabe donde, y auténtico contrapoder de Cristina, que engendrará un hijo bastardo de Camilo, Efrén.

Desde el inicio de la lectura, los paralelismos con los mundos de Gabriel García Márquez me han parecido inevitables. Y es que Pinilla desarrolla una suerte de realismo mágico a la vasca. La misma compleja narración puramente realista aderezada con elementos más míticos que mágicos.

Seguiremos con Pinilla.

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