miércoles, 4 de junio de 2014

Berlín Alexanderplatz, Alfred Doblin

Berlín Alexanderplatz es una de esas novelas dificiles, un poco incomodas, por las que cuesta transitar, pero por las que vale la pena esforzarse. Y es que la literatura, a veces, no es una actividad ligera ni refrescante, sino esforzada y exigente. Pero vale la pena. Siempre.

En este caso estamos ante un autor de obra única, ya que aunque escribió mucho, el resto de su obra es completamente desconocido. Doblin, psiquiatra de profesión y conocedor de Berlín y su lumpen por devoción, nos cuenta en esta novela la historia de Franz Biberkopf.

Nos encontramos con Biberkopf tras su salida de la cárcel de Tegel, decidido a ser un tipo honrado por el resto de sus días. Tras notables esfuerzos y varias peripecias, Franz acabará de nuevo envuelto en diversos episodios de dudosa legalidad. Asistiremos a robos, peleas, borracheras, amores y desamores, peleas y, al fin, la cárcel.

La narracíon tiene un cierto tono épico que nace de la determinación de Franz a ser un hombre honrado. El lector recibe la impresión de que es imposible mantenerse al lado correcto de la linea que separa legalidad y delito, al menos en el submundo en el que Franz se desenvuelve.
Es segadora, se llama Muerte, tiene la fuerza de Dios que es fuerte. Ya no vacila, su arma afila.
Pero el interés de la obra descansa, en gran parte, en la forma estilística de la novela. Para empezar, Doblin utiliza un narrador omnisciente, que deambula por la novela y se coloca donde quiere para comentar, explicar y hasta interrumpir la narración. Además, Doblin utiliza una intertextualidad muy atrevida, incorporando todo tipo de noticias, anuncios y canciones, que intentan dar una imagen precisa del ambiente del Berlín de entreguerras. También es destacable un intento de stream of conciousness, a la manera de Joyce, pero, a mi juicio, menos conseguido.

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