sábado, 9 de julio de 2016

Pies descalzos, Keiji Nakazawa

De vez en cuando leo alguna novela gráfica. También llamada cómic. Aunque, a mi modesto entender, no es lo mismo.

Lo que se suele llamar cómic se caracteriza por una temática más bien limitada y por pertenecer a dos submundos. O bien el de los superhéroes, o bien el mundo infantil. Con alguna excepción, tirando hacia lo juvenil o lo pseudoerótico o el humor adulto. Corto Maltés, Valentina o Mafalda, por poner un ejemplo de cada tipo.

Aunque la calidad de muchos cómics es indudable, su complejidad narrativa y su capacidad para albergar grandes historias, en mi opinión, es más bien reducida.

Por eso, creo que eso que se suele llamar, quizá con un poco de pedantería, novela gráfica, ha venido a superar, en algunos ámbitos el género del cómic.

Una novela gráfica es un cómic con pretensiones. Dicho de otra manera, una novela gráfica es una novela. Por tanto, la historia que se cuenta, por extensión e intensidad, es propia de una novela. Solo que el autor ha decidido utilizar recursos gráficos para apoyar la narración. Y este apoyo puede llegar a ser tan solido que la narración sea puramente gráfica, aunque no es lo habitual.

No se a que viene este rollo. Porque Pies descalzos es más un cómic que una novela.

Si alguien me preguntara por Pies descalzos, lo primero que me viene a la cabeza es todo malo: excesivo sentimentalismo, deficiencias técnicas en el dibujo de los personajes, ritmo lento,...

A pesar de eso me he gastado 80 pavos en los cuatro tomos y he dedicado unas cuantas horas a leerlo.

¿Por qué?

Uno. Porqué la lectura de esta historia cambia tu visión de lo ocurrido en Hiroshima

Dos. Porqué Gen es un personaje arrollador y de una vitalidad y energía contagiosa. Tanto que el lector disfruta de su compañía y no quiere abandonarlo.

Tres. Porque tras tanta desgracia, el lector desea ver a Gen disfrutar de lo bueno de la vida. Al fin y al cabo, se lo merece.

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