domingo, 29 de julio de 2018

Ampliación del campo de batalla, Michel Houellebecq

Estamos ante la primera novela de Michel Houellebecq, auténtica estrella literaria y enfant terrible de la cultura en el país vecino.

Michel Hoellebecq, desde su irrupción en el mundo de las letras francesas hace 20 años, con 4 o 5 formidables novelas y algún que otro ensayo, se ha convertido en un intelectual provocador y mediático como ninguno.

Esta primera novela es brillante. O a mi me lo ha parecido.

El protagonista, anónimo pero claramente un alterego del autor, está apenas en la treintena. Le llamaré Michael.

A pesar de disfrutar de una posición acomodada está inmerso en una crisis existencial de primera magnitud y, poco a poco, sus desarreglos psíquicos le llevarán a abandonar su trabajo como ingeniero informático y, después, a un sanatorio mental.

Pero las peripecias de Michael son lo de menos.

Lo de más es el talento con el que Houellebeqc nos describe el hastío vital del protagonista y su falta de interés por relacionarse con cualquiera de sus congéneres. Ello llevado a cabo con un realismo absoluto, trufado con una fina ironía que no provoca carcajadas pero sí sonrisas de admiración y que nos hace un poco más agradable acompañar a Michel en sus diferentes quehaceres, todos ellos desbordados por una tristeza de un patetismo insoportable.

En el fondo el tema de la novela es la comunicación. O su ausencia.

Michel no mantiene contacto con hermanos, padres o hijos. No tiene amigos entre sus compañeros de oficina, solo conocidos. Y no es que la comunicación le parezca difícil, es que no tiene interés. Pura renuncia. Por renunciar, ha renunciado hasta a las relaciones sexuales.

Y en cierto modo, Houellebeqc nos plantea a Michel y su manera de relacionarse con el mundo, como paradigma del hombre contemporáneo.

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