martes, 31 de julio de 2018

Las partículas elementales, Michel Houellebecq

¡Qué difícil es reseñar a los grandes ! Y Houellebecq lo es. Y Las partículas elementales es su primera gran novela.

Es grande por la complejidad de su estructura narrativa. Es grande por la profundidad del retrato humano de sus protagonistas. Es grande por el esfuerzo de documentación llevado a cabo por el autor. Es grande por la valentía del autor a la hora de abordar algunos de los temas de la novela. Y es grande por la capacidad de impactar al lector.

Y es que, tras finalizar la lectura, cierto que a velocidad hiperlumínica y de manera muy inmersiva, me encuentro en ligero estado de shock.

Es una obviedad  que el lector de antes de la lectura  no es el mismo que tras la lectura. Y es que la vida, sin más, mancha. ¡Cómo no lo va a hacer la lectura de un libro !. También es verdad que, habitualmente, el cambio es inapreciable. En este caso, el cambio es apreciable, si bien inexplicable e indescriptible.

Michel y Bruno, nacidos en la Francia de los 50 del pasado siglo, son hermanastros e hijos de la misma madre, Janine. Realmente, para cada uno de ellos, su hermanastro supone el única, si bien precario, anclaje familiar al mundo.

Janine, inmersa en el la contracultura y el buenrollismo de los 68chistas se ha metido de lleno en el rollo de los hippies, de las sectas satánicas, de las comunas sexuales, de los espacios de crecimiento y del naturismo patológicos. Como consecuencia natural, en seguida se sentirá llamada a hacer grandes cosas y el cuidado de sus hijos le parecerá una carga demasiado pesada y poco compatible copn su pleno desarrollo personal, sexual, cósmico, psicotrópico y no se cunatas cosas más. Por ello, enseguida renunciará al cuidado de sus hijos.

Michel y Bruno se criarán al cuidado de sus respectivas abuelas paternas, llenos de carencias afectivas y fragilidades que los llevarán a convertirse en discapacitados emocionales. Aún así, las respectivas abuelas serán objeto de devoción por parte de ambos protagonistas. En cierto modo, Las partículas elementales es la novela del fracaso de la generación nacida en los 50, convertida en adulta en los 70, bajo el influjo maléfico y desorientador del 68.

Mientras Michel se convertirá en científico de prestigio, Bruno tendrá una existencia más discreta como profesor de literatura. Diferentes trayectorias profesionales pero semejante fracaso personal. Y es que ambos son unos inadaptados, que no tienen interés por el mundo ni por la gente que lo habita. Hastiados, para empezar, de sí mismos y de la vida que viven. Incapaces para desarrollar una sexualidad normal, ya que Michel sufrirá algo parecido a la anhedonia mientras Bruno está obsesionado con el sexo pero siempre insatisfecho.

Una gran novela, no apta para almas sensibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario